Alemania, la tierra prometida. Cada vez más jóvenes y no tan
jóvenes llenan su maleta de impulso aventurero [sic] y emprenden un viaje que vete a
saber tú cómo termina. En mi caso, puedo dividir mi estancia en Alemania en dos
periodos fácilmente distinguibles por una nimia e insignificante frontera: la
del estudio y la del trabajo. Durante mi primera etapa, que terminó
oficialmente el 19 de diciembre, me dediqué a observar costumbres y perfeccionar el
idioma. Sin embargo, es ahora cuando me doy cuenta de que más bien me dediqué a
lo segundo y tan sólo introduje un poco la cabeza en lo primero. Ahora bien, el
14 de enero comenzó la parte “divertida” de esta experiencia en el extranjero, sobre todo cuando recibes cada mes una raquítica nómina. Trabajar, lo que se dice trabajar, nunca había trabajado.
Había echado una mano alguna vez, puesto un par de copas de vez en cuando (y
tirado al suelo otras tantas) y me había enfundado en mis mejores y únicos
tacones para prometerme a mí misma, apenas pocas horas después, que jamás de
los jamases volvería a ser mujer florero. Pero ahora estoy aquí, en la
impronunciable Mönchengladbach (AKA Monchenshore para las amigas --véase nota al pie 1--, AKA “¡Ah! ¡Donde
juega el Borussia!” para los amigos) para trabajar por primera vez (y ¡por
Tutatis! que no sea la última) en el mundo de la traducción.
He tenido que poner la imagen en tamaño "extra grande" para que se distinga bien la metrópolis en la que vivo. |
¡Ay! Tengo tantas cosas que decir, que no sé por dónde
empezar. Hacía mucho que no escribía nada por aquí, quizá por falta de tiempo,
quizá por un poco de bendita pereza, quizá porque es cierto eso de que lo mejor
para aborrecer un placer es convertirlo en una obligación. Y es que 8 horas
al día frente a la pantalla de un ordenador han abierto una brecha en
esa preciosa historia de amor, digna de Federico Moccia como mínimo, que
teníamos mi portátil y yo. Bueno, me dejo de excusas baratas y entro al lío:
¿qué tal es eso de trabajar en Alemania? (paréntesis: en todo momento hablo de
experiencias personales. No pretendo crear un estereotipo ni sentar juicios de
valor. Mi empresa es mi empresa y, a pesar de que mi opinión coincide con la de
otras personas con las que he hablado, no se puede generalizar y blablablá. No
hace falta que siga, ¿no?) [sonido de cinta rebobinándose] Bueno, me dejo de
excusas baratas y entro al lío: ¿qué tal es eso de trabajar en Alemania? Pues,
ante todo, FRÍO. En serio, ¿qué pasa en este país? Me acuerdo constantemente
del famoso dicho castellano: “Valladolid: 9 meses de invierno y 3 de infierno”
jajajajaja NO. Que a mí me parece estupendo que seáis tan ecológicos, amigos
teutones. Ojalá aprendiésemos de vosotros que las botellas se reciclan, las
calles se dejan limpias y que se puede hacer abono con tu propia basura. Pero
por lo de que la calefacción es un bien absolutamente superfluo no paso. “Pero
si a las 23:00 estamos todos en la cama tapados con mantas y no la
necesitamos”. Me da igual. “Pero si estamos cinco trabajadoras en 10 metros
cuadrados, nos damos calor humano”. Me da todavía más igual. Frío. En las
manos. Y en el cerebro.
El problema es que el frío no es sólo una cuestión del
clima, sino también de la mentalidad. Y es que aquí lo de decir las cosas a la
cara, como que no se lleva. Tienes una jefa maravillosa que te trae tartas por
su cumpleaños, te ríe las gracias y te explica todo con amor el primer día. Pero
cuidado: no te dejes seducir. En algún momento te llegará un email explicándote
las cosas que has hecho mal, o haciéndote un comentario totalmente inverosímil.
No importa que el despacho se encuentre pared con pared: aquí lo de levantarse
tampoco está en boga. Tiemblo cada vez que veo un sobrecito en la barra de inicio, que, por desgracia, nada tiene que ver con los de Bárcenas.
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¿El horario de trabajo? Yo entro a las 8:30 en punto y salgo
a las 17:00 en punto. Punto. Entre medias, una pausa de treinta minutos y cero
segundos para comer. Punto. ¿Y un poquito de siesta para reposar la com..?
Punto. Esto, como todo, tiene sus ventajas y sus desventajas. Mejor dicho:
tiene sus ventajas si eres alemán y sus desventajas si eres mediterráneo. No
está mal lo de salir a las cinco y tener toda la tarde libre para tomarte un
cafetito/caña con tapita con los compañeros y criticar al personal, ¿eh?
Pues no. Cada uno a su casa, que es casi la hora de cenar con la familia o la
pareja, y Blan a la suya, que es hora de… de… ¿de qué? Conclusión: la perfecta
separación entre vida laboral y vida personal es estupenda, siempre y cuando
tengas vida personal y tu cultura no te tenga acostumbrado a que todo lo interesante empiece
a partir de las 9 de la noche.

El caso es que todo esto puede sonar bastante exagerado,
pero funciona. En este sentido, soy bastante crítica con el espelde (véase nota al pie 2) de muchos
trabajadores españoles (y no miro a nadie, sobre todo a nadie que trabaje en el mostrador en un edificio de una Administración Pública), y creo que es buena idea que se
pongan ciertos límites si internet es una de las herramienta de trabajo. Créeme, no
van a cambiar los modelos que aparecen en la edición online de Vogue de una
hora para otra. Palabrita de Blan.
Otra de las cosas que me sorprendió mucho fue el proceso de selección. Recuerdo
que, cuando estudiaba en la UA, un día me desperté con la idea en la cabeza de
que me apetecía hacer unas prácticas. A pesar de que el periodo de
matriculación estaba más que concluido, hablé con una profesora y, en cuestión
de minutos, tenía adjudicadas unas prácticas en el Hospital Universitario de
Alicante para marzo y abril. Así de fácil: tanta burocracia para unas cosas y tan
poca para otra. Pues bien, el día que hice mi entrevista por teléfono para esta
empresa, no me esperaba algo excesivamente distinto. A fin de cuentas, me
habían hecho enviarles mi CV, mi carta de presentación, mis notas de la
carrera, mis certificados de idiomas, mi certificado de haber hecho prácticas,
una carta de recomendación si la tenía a mano, mi talla de sujetador… ¿Qué más
querían saber sobre mí? Pues todo. C-U-A-R-E-N-T-A Y
C-I-N-C-O minutos de entrevista telefónica. Cuesta imaginarse las preguntas que pueden
hacerte en cuarenta y cinco minutos cuando tienes la misma experiencia laboral
de Paquirrín, pero he de decir que ya estoy preparada para cualquier cosa. Es
más: hace poco me llamaron de una academia de idiomas para dar clases de
español. No les bastó una entrevista, sino que he tenido que quedar dos días
con una profesora para “conversar” y ver cómo me prepararía una clase. No pongo en duda que en Alemania no exista la dedocracia, pero, desde luego, no de forma tan
chapucera como en casa.
Así que tú, amigo que te planteas llenar tu maleta de
impulso aventurero [sic] y emprender un viaje a Alemania que vete a saber tú cómo
termina, permíteme que te dé un consejo: 2000 km de distancia, hoy en día, no
son nada en lo que a territorio se refiere, pero son un abismo en mentalidad.
Haz un ejercicio en tu mente y olvídate de todas las normas no escritas por las que se rigen los españoles, porque la mayoría de veces no se corresponden a las que consideran lógicas los que viven más allá de los Pirineos. Bueno, mejor
dicho: no las olvides, sino más bien déjalas bien guardadas y ordenadas en un
cajoncito en tu memoria. De este modo, no te chocará tanto observar lo
distintos que son esos pequeños comportamientos y valores cuya universalidad
dabas por hecho, pero podrás abrir tu maletín del señor Wallace siempre que lo
necesites y recordar lo que te trajiste, compararlo con lo nuevo, decidir con
qué cosas te quedas y cuáles ya no te gustan, y volver a casa, cuando quiera
que vuelvas, una miajica más sabio.
Próximamente: mi papel como revisora, gestora de proyectos,
formateadora, lectora, correctora, colocadora de muebles becaria en una empresa de
traducción en Alemania.
¡Hasta otra!
Notas:
Notas:
- Mis amigas en cuestión son @Marinigc y @Belen_Translate, que dentro de poco tendrán el gusto de conocer el "Teruel alemán".
- Me indigna que la palabra "espelde" me aparezca como incorrecta. En serio, que alguien edite un diccionario de salmantino-español pero ya, en el que se incluyan perlas como "mohíno", "fréjoles"como sinónimo de "alubias verdes" y "turruteso" como forma de designar algo con forma de.... pues eso, de turruteso.