Después de un largo periodo de inactividad estival, he
decidido sacar el plumero y gritar eso de “¡pa’
fuera telarañas!” (espero que no sólo lo diga la Bebe. En caso afirmativo,
olvidemos lo dicho hasta ahora). Tengo un par de entradas en mente y, dado que
el domingo me cojo el hatillo y me largo para Alemania con el título bajo el
brazo, espero actualizar bastante con las aventuras y desventuras de esta niña
en la tierra de los teutones. Por tanto, puede ser que tengáis Blan para rato.
O no, nunca se sabe; depende de cómo os portéis, mua-ha-ha-ha.
El caso es que yo, que nunca jamás de los jamases me quejo
de nada, no llego a comprender ciertas cosas del doblaje, tanto en forma como
en contenido y necesito compartirlas con todo aquel que me quiera leer. Del
mismo modo, si cayese la breva de que algún director de doblaje leyera esto, el
texto sería doblemente efectivo.
Vayamos por partes: ¿qué es el doblaje? Pues así, en
palabras de andar por casa, es la traducción de los diálogos de una película,
siempre condicionado a la imagen que aparece en pantalla; no sólo hay que tener
en cuenta los movimientos de los labios de los actores cuando la cámara los
enfoca de cerca, sino que también hay que considerar que ciertas situaciones,
como los juegos de palabras, los chistes o las referencias visuales, pueden no
tener sentido en otro idioma (y, generalmente, no lo tienen). Ahí radica el
ingenio de los traductores audiovisuales (ingenio, en el sentido más literal de
la palabra, porque algunas soluciones que se toman, sobre todo en las películas
de humor, son verdaderas obras de ingeniería).
El fundamento del doblaje es que una persona pueda ver y disfrutar de
una película rodada en otro país sin ningún impedimento lingüístico ni cultural.
Por ello, hay que adaptar las películas de tal modo que el espectador no pierda
ni una pizca del contenido del original o, en el caso de que esto no sea
posible, que la entropía (lo que se pierde) constituya el mínimo indispensable.
En España, contamos con una importante tradición en lo que a doblaje se
refiere, esencialmente porque este facilitó la censura en la época franquista.
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Claro, que tú me gustas mucho doblado... |
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Y tú ya ni te cuento... |
Ahora, a lo que iba: mi pequeña crítica constructiva de las
cuatro cosas que más odio del doblaje.
Escena más que corriente: llaman a la puerta y alguien dice
“yo abriré”. Otro ejemplo: el héroe de la película le dice a una madre inquieta
“tranquila, yo salvaré a su hija”. Es
tremendamente corriente traducir will +
infinitivo por un futuro, cuando la mayoría de los casos tan sólo refleja
una intención y no un futuro en sí. En español, esa intención la expresamos con
un mero presente o con la perífrasis ir + infinitivo, pues va implícita en
nuestro lenguaje, mucho más indirecto que los idiomas de origen sajón. No
entiendo por qué este error no se ha corregido nunca y, a mayores, se sigue
cometiendo. Sería mucho más simple si se tradujese por un “ya abro yo”, que
contiene el mismo número de sílabas, o por un “tranquila, voy a salvar a su
hija”, poniendo énfasis en “voy”.
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Vagos y maleantes, yo os atraparé a todos |
Este tema me pone bastante nerviosa. Como ya he dicho, el
fundamento del doblaje es adaptar una película a otra cultura; por tanto, los
hábitos del lenguaje que utilizamos también tienen que verse reflejados. En
nuestra cultura, el pronombre “usted”
está cayendo en desuso (sin contar, claro está, con las variedades diatópicas
andaluzas). De nuevo, no es que estemos perdiendo respeto, sino que en nuestro
lenguaje ya incluimos las normas de cortesía, gracias al fantabuloso mundo de
la paralingüística: gestos, entonación, implicaciones… No entiendo por qué hay escenas en las que dos
compañeros de trabajo se tratan de usted, o un alumno y un profesor de escuela
primaria o secundaria. Está claro que todo depende del contexto y de la época
que refleje la película, pero, por lo general, el doblaje no coincide con la
realidad. Un ejemplo que me hace mucha gracia es la relación entre Harry Potter
y Dumbledore. Chico, que vale que sea tu director, pero no sólo al final de
cada curso te trata como un padre, sino que te ha llevado por ahí a buscar esas
cosas que buscáis en El Príncipe Mestizo y que no voy a decir aquí. ¿No va
siendo hora ya de que habléis como hablamos los españolitos de a pié?
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Harry, hijo, ¡que me haces sentir mayor! |
- Los personajes latinos
Aquí ya me meto en temas que no tienen que ver con la
traducción en sí, pero es que me gusta mucho quejarme. ¿En serio no hay ningún
actor de doblaje que sea latinoamericano? ¿¿De verdad?? Si es verdad que no lo
hay, ¿es que no pueden hacerlo mejor? En el Colegio Mayor teníamos un amigo
que, para ligar, se inventaba que era argentino. Oye, ¡cómo funcionaba! Pues
eso, que me niego en rotundo a ver Modern Family en español por no ver la
aberración que hacen con mi Gloria del alma, que más que colombiana parece
tonta perdida. Y si sólo fuera ella…
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<3 <3 <3 <3 |
- Los niños
Al igual que me ocurre con el doblaje de los personajes
latinos, ODIO, de verdad, ODIO profundamente el doblaje de los niños. Me gustan
los niños actores americanos porque muchas veces tienen mucho talento, pero
llega la versión española y les plantan esa voz femenina en falsete que les hace sonar todavía más repelentes. Incluso en las películas de animación se echa en falta la voz de un niño de
verdad. Una vez conocí a un niño inglés que había trabajado como doblador
infantil en películas animadas. La verdad es que el chico era un máquina y nos
reíamos mucho con sus imitaciones. No creo que sea muy complicado meter a un/a
niño/a con talento en un estudio de doblaje, ni que se abra una investigación
por explotación laboral por ello.
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Pues ea, qué se le va a hacer. |
Desde aquí hago un llamamiento a todos los traductores
audiovisuales, tanto profesionales como en potencia, que pueden cambiar esas
pequeñas cosas que hacen que mueran gatitos constantemente.
¡Hasta otra!